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martes, 23 de noviembre de 2010

Happiness.

Leo, sobre todo, la letra pequeña. Aprendí a hacerlo no hace mucho.
El tiempo transcurre lento en las enormes manecillas del reloj viejo de estación que cuelga de la pared.
Muchos peatones desaparecen por la boca del metro justo al otro lado del cristal. Hora de entrar al trabajo.
Saco del bolsillo un dedo índice de manicura algo desconchada, y repaso con él la lista que descansa al lado de mi taza, mientras el camarero me lanza una mirada de desaprobación.
Una vez más, el médico me receta abstinencia, una o dos cucharadas más de azúcar en el café, y tomarme las cosas un poco menos en serio la próxima semana. Coincide con ese chico que me paró ayer por la calle, parece que no es el único que ve algo diferente en mi cara.
Me bebo de un trago el ibuprofeno que flota en el vaso, y luciendo mi mejor sonrisa, salgo del bar.

Cuanto antes empiece a obedecer las recetas médicas, antes estaré en forma. Y hoy era un buen día.

                                                                                                                                                                                                            Lau-arasdesuelo

2 comentarios:

  1. ;) Todos deberiamos curarnos con Ibuprofenos y vistiendonos con sonrisas

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  2. Hola!!! Pero qué hermosa reflexión!!! Yo necesito un médico que me de esas recetas, y que una chica me detenga en la calle... otra vez, je, un abrazo fuerte!!! :D

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