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lunes, 18 de julio de 2011

Un café con sal.

Nos dijimos nada, y sin embargo, creímos habernoslo dicho todo. Dejamos que hablaran nuestras manos, mientras en la garganta algo impedía que nuestros corazones se entendiesen. Digo esto porque ambos sabíamos que era su propósito este verano, sin duda se habían echado de menos, y no éramos nadie para echar un complicado año de esfuerzo por la borda.
Balbuceamos lo que pudimos, y los empañados cristales de aquel coche parecían colaborar en la situación, diciéndonos exactamente cuándo era necesaria una tregua. Te propuse un intento en el que nada fallará. Te propuse un punto seguido en esta historia que empezamos tan inconscientes como seguros, tan atrevidos como prudentes.