Por aquel entonces frecuentábamos los garitos y veíamos correr el tiempo desde las escaleras de la catedral. Medíamos constantemente nuestras fuerzas y pocas veces nuestras palabras. Eternamente jóvenes. Como si no existiese nadie más.
Lau_arasdesuelo
que palabras..:O
ResponderEliminarNo todos los momentos son efímeros, por suerte :) Por cierto, me encanta tu blog!
ResponderEliminarEs lo que tiene que existan momentos mágicos, intensos y llenos de fuerza. Que son irretenibles.
ResponderEliminarme suenan esas escaleras ;)
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