Paseaba como cada Sábado aquella maleta verde por los alrededores de la estación. Los años no le habían hecho abandonar el carmín de su barra de labios, la manicura del día anterior ni los cigarrillos que se perdían en el fondo de alguno de sus interminables bolsos. Paseaba, como de costumbre, sus maneras de Brigitte y sus aires despreocupados por delante de aquel inmenso reloj viejo de pared. Alguna vez le escuché decir que iría a donde la llevase el viento. Que nadie amenazase con quedarse en su vida más tiempo del necesario. Lo llevaba por bandera y todos lo sabíamos. El fin del mundo la pillaría bailando.
Lau_arasdesuelo